viernes, 8 de enero de 2010

La mala memoria

Redrado fue echado del Banco central. Una jueza dice que el Estado no puede hacer uso de las reservas del Tesoro Nacional, y las oposiciones festejan por derecha y por izquierda: sin mayorías legislativas y sin dinero, los Kirchner tienen los días contados, evalúan. La teoría de que cuanto peor mejor, está en marcha, aunque no se vea quiénes podrían hacerse cargo del barco que entre ellos, con el apoyo del Partido de los Medios, creen haber puesto a la deriva.
No les importa que cuando la Alianza (sí, la de De la Rúa, Morales, Carrió, Cobos, Sáns...) se fue, en la reserva del Central había menos de 8.000 millones de dólares, y hoy supera los 48.000 millones. ¿Fue casualidad el incremento de los recursos de la Nación? Evidentemente la posibilidad de ampliar las arcas del Estado respondió a una política económica que, sin desatender la deuda interna, pudo seguir en alza a pesar de la crisis internacional. Entonces, ¿el dinero es para guardar bajo el colchón? ¿No sería mejor seguir adelante con una política económica que hasta ahora dio buenos resultados?
Se discute si está bien o mal que Redrado (el Chicago Boy, puntal del duhaldismo ahora respaldado por Cobos) haya tenido que ser echado porque no acató una disposición con rango de ley (el decreto de creación del Fondo del Bicentenario), pero no se habla de la estabilidad alcanzada con medidas similares adoptadas desde 2003 en adelante, y que responden a un modelo de país un poco más equitativo del que teníamos.
¿No es la Banco Central parte del Estado? Bueno, hoy el Estado camina en esta dirección, apuesta a consolidar un modelo al que todavía le falta demasiado, que debe profundizar y equilibrar la distribución de la riqueza, terminar definitivamente con la pobreza y saldar sus deudas con los argentinos. Por eso, el Central debe responder a esa política económica, y no a las ocurrencias de su gerenciador de turno, que no fue elegido por el pueblo.
Tampoco se debate sobre la legitimidad de la deuda externa que se busca pagar (con importantes descuentos) con los recursos del Fondo del Bicentenario. Deuda adquirida durante la dictadura, los 80 y los impúdicos 90, por un Estado que desatendió a su pueblo y respondió sin chistar a las recetas del Fondo Monetario Internacional. Deuda que, originalmente, fue creada especialmente por los grandes empresarios argentinos, cómplices de los genocidas que arrebataron el poder o que se enriquecieron aún más con privatizaciones y beneficios por ser “amigos”, y a los que luego tuvo que rescatar el Estado. Eso para que pudieran vender sus empresas a capitales extranjeros. La izquierda que hoy representa Pino Solanas olvidó esa parte del libreto y se conforma con treparse a la ola criticona sin más fundamentos que una mal entendida “institucionalidad”.
Las oposiciones (políticas, empresarias, mediáticas...) se olvidan del país en el que fueron también actores protagónicos y beneficiarios, hasta la hecatombe de 2001. Se olvidan de que se registraron los índices de desocupación, pobreza e indigencia más altos de la historia. Se olvidan de que fueron parte de esos gobiernos que llevaron a la ruina al país, lo dejaron sin reservas y en una crisis que parecía terminal.
En estos días es importante hacer memoria, recordar de dónde venimos y dónde estamos. Así podremos empezar a pensar en hacia dónde queremos ir. Pero volver a ese modelo, jamás.
Por: Proyecto Yerba Buena

No hay comentarios: